“Santa Claus Nica” reparte regalos y alegría a los niños.
Si en el Polo Norte hay un Santa Claus barbudo, bonachón y acaudalado que reparte regalos en Navidad, en Nicaragua está su antípodas, uno morenito, sin barbas ni riquezas, que podría decirse es el Santa Claus más pobre del mundo, y trabaja sin fechas, horarios, ni recursos.
A Víctor Rosales, mejor conocido como el “Santa Claus nica”, un día se le puede ver dando regalos a niños en una isla del Caribe de Nicaragua, y al siguiente entregando un ataúd en un barrio de Managua. Más que obsequios, lo que reparte es ayuda humanitaria, todo el año.
“Víctor Rosales es el ‘Santa Claus nica’ de todos los días”, explica a Efe, en un salón de su casa, ubicada en un barrio populoso del este de Managua.
SIN “TRINEO” Y CON DEUDAS
La casa de este “Santa Claus” es espaciosa y tiene dos plantas, sobresale entre las de sus vecinos, pero no demasiado, se nota que su dueño, Rosales, no es un hombre adinerado, y tampoco parece haber salido de la ayuda que ha canalizado en los últimos 30 años.
En su casa funciona un taller, pero no de juguetes, sino de rótulos de carreteras, su negocio principal, aparte de una venta de palomitas de maíz, que se vinieron abajo con la crisis sociopolítica de Nicaragua, que además lo dejó sin “trineo”, una camioneta todoterreno.
“Tengo problemas, mi trabajo se me cayó totalmente, si me registrás la cartera no tengo (dinero), tengo deudas, tenía mi camioneta y la perdí porque me faltaban (pagar) cuotas”, explica.
A pesar de eso, la casa está llena de regalos por entregar, juguetes, sillas de rueda, camas o pelotas se observan apilados en diferentes puntos, especialmente en el taller. El “Santa Claus nica” sostiene que no mezcla su necesidad con la de la gente que espera su ayuda.
EL SECRETO: LA HONESTIDAD
“Víctor Rosales regala y él tiene problemas, ¿quién me va a ayudar a mí? Dios, entonces yo no voy a tocar una cosa de lo que vos me das para dar a otro, no confundo mis problemas con los de las personas que debo ayudar”, sostiene en tercera persona.
Precisamente la honestidad es el pilar fundamental de su fama. Asegura que el ser transparente hace que muchas personas, desde millonarios hasta embajadores, donantes anónimos o casuales, le confían a las donaciones porque saben que las va a entregar, y de ser posible, en presencia de ellos.
Afirma que le debe su honestidad a su mamá. “Ella me enseñó el camino de la honradez, que si algo no es mío no lo debo tocar”.
“Víctor Rosales no se ha lucrado de ayuda que las personas dan para otras personas necesitadas”, insiste el “Santa Claus nica”, quien afirma que si una donación está incompleta, él mismo aporta lo que falta, o bien hace préstamos para cumplir con los donativos que hace con recursos propios.
SER “SANTA” ES PELIGROSO
Pero ser Santa Claus también es peligroso. Rosales, de 51 años, afirma que en una ocasión una banda de delincuentes lo esperaba en el puente de un río en una montaña para robar las donaciones y matarlo. En otra ocasión, un joven le puso una pistola en la cabeza para que entregara los regalos.
La caridad lo salvó en ambas ocasiones, recuerda. En la primera, uno de los asaltantes le avisó de su plan, porque meses antes el “Santa Claus nica” había conseguido ayuda para el ataúd de su hijo muerto, sin conocerlo. En la segunda, el joven desistió del asalto al darse cuenta de que los regalos eran para su comunidad.
Sin embargo, el caso que más le impactó ocurrió hace unos diez años, cuando llevaba ayuda material a una niña campesina, que lo que realmente necesitaba era un médico, porque sufría lepra de montaña. No solamente le salvó la vida a ella y a su familia, además logró darles una casa con letrina y pozo.
Por experiencias como esas es que Rosales, quien vendía caramelos en un semáforo cuando decidió ahorrar para comprar juguetes a 12 niños más pobres que él en 1989, no quiere escalar en la sociedad, pues cree que al millonario “no le interesa el dolor del que puede necesitar”.
Rosales prefiere mantener la ideología de aquel vendedor ambulante que, tras regalar juguetes a 12 niños, se propuso darle a 50, después a 150, a 500, y así, hasta abarcar millones, según asegura, y convertirse en la persona que brinda regalos todo el año, a toda hora, sin importar que sea el Santa Claus más pobre del mundo.
Wilder Pérez R.